LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO DE LA FAMILIA
Jornada de la Sagrada Familia
El comienzo de estas
reflexiones no puede ser otro que la referencia a la exhortación apostólica “Evangelii
Gaudium, del Papa Francisco. En ella nos recuerda que “la familia atraviesa una
crisis cultural profunda y la fragilidad de los vínculos se vuelve
especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el
lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y
donde los padres transmiten la fe a sus hijos”
El lema propuesto para
este año nos recuerda que el Evangelio es portador de una maravillosa y buena
noticia: Es posible conocer el amor verdadero, un amor que es vocación y camino
hacia una plenitud que colma el corazón
humano y lo hace libre y feliz. Y este es el centro del Evangelio de la
familia: LA VOCACIÓN AL AMOR. Dios se sirve del amor esponsal para revelar su
amor. “Por medio del sacramento del matrimonio. Cristo permanece con los
esposos para que con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad”. Y es
precisamente la vocación al amor” la que nos ha señalado el camino por el que
Dios revela su plan de salvación, cuando encuentra el cauce humano de manifestarse y
desarrollarse conformando la auténtica identidad del hombre, hijo o hija,
esposo o esposa, padre o madre, hermano o hermana “.
LA ALEGRÍA DEL
EVANGELIO se hace realidad cuando la verdad evangélica sobre el amor humano y
la bondad y belleza de toda vida humana se convierten, de este modo en una
fuente de alegría permanente. Por eso es necesario afirmar que Cristo necesita
cada vez más, familias que recuerden al mundo la dignidad del amor humano y la
belleza de la vida familiar. En este campo la misión de los padres no se puede
sustituir y así como no cabe la opción a delegar la transmisión de la vida ni
de la fe, tampoco cabe la posibilidad de
que la verdad del bien que supone la familia para los hijos se les pueda comunicar
de otra forma que no sea viviendo en el hogar como comunión de amor.
Y en cuanto a la transmisión de la fe, es
esencial que ésta sea siempre viva, testimonial y alegre, y llena de esperanza
y caridad. Sin este requisito, el hijo difícilmente podrá experimentar y hacer
suyo que el mensaje que le van comunicando encierre una verdad auténtica.
(Manolo y Mari Carmen. Delegados de P. Familiar)
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